domingo, 14 de noviembre de 2010
lunes, 26 de abril de 2010
Ruido de animales salvajes
miércoles, 7 de abril de 2010
Gente trabajando
viernes, 26 de febrero de 2010
Atardece en Zicatela
Sabíamos a donde ir gracias a Marto (¡¡gracias Marto!!). Las cabañas "Buena Onda" de los franceses Pierre y Olivier en la punta Zicatela (la primera de las playas de Puerto Escondido) hacen más que honor a su nombre. Una serie de cabañas en la arena y palapas con hamacas en la orilla, eran el lugar indicado que estabamos buscando. Pudimos poner nuestra carpa sobre la arena tal como queríamos. Pudiendo escuchar por las noches el fuerte sonido de las grandes olas rompiendo.
La playa de Zicatela es enoooorme, el mar es especial para surfistas por lo que, si nos queríamos meter, debíamos enfrentarnos a las grandes olas (¡claro que lo hicimos!). El ambiente del "Buena Onda", repleto de gente de todas partes del mundo (italianos, noruegas, canadienses, suecas, españoles, mexicanos, argentinos y un chico checo), el paisaje hipnótico del mar y sus in-cre-í-bles atardeceres, no nos dejaron ir rápidamente de allí. Perdimos un poco la noción del tiempo allí, pero creemos haber estado unos 6 días. En Punta Zicatela sí que estuvimos días enteros sin hacer nada más que estar tirados en la arena y conversando con la gente, quienes estaban en las mismas condiciones que nosotros. Pegamos especial buena onda con un grupo de un argentino, dos italianos y una mexicana. Con ellos compartíamos las comidas y la mayor parte del tiempo. Aprendimos mucho de la cultura italiana y nos divertimos a carcajadas con las diferencias entre los idiomas y los parecidos entre los argentinos y los italianos. Solamente un día nos fuimos a las playas del centro: Angelito y Carrizalillo. La primera era una pequeña costa repleeeeeeeeeta de familias del lugar y vendedores de excursiones, nos fuimos ni bien llegamos. Carrizalillo (última foto de la serie) era un poco más tranquila aunque llena de turistas gringos exclusivamente. Ahí pasamos una linda y calurosa tarde.
Al otro día comenzó lo que sería, como le dicen aquí, La Venganza de Moctezuma, que nos trajo un poco antes de lo previsto devuelta a DF. Moctezuma fue vencido y los vientos de a poco empezaron a soplar hacia el Norte de nuestra brújula personal. Aquella que nos guía y nos hace vivir la maravillosa experiencia del día a día.
Natural Mystic
Luego de que el camión nos dejara en la calle de un pequeño pueblito costero llamado El Mazunte, caminamos cargando el peso de la mochila (anestesiados por la expectativa y las ganas de tocar el mar) hasta la playa. La primera impresión no fue la esperada. "Hace un año más o menos que Mazunte cambió" nos decía un cuate por ahí. Ya no hay palapas en la orilla ni la playa es desierta. Todo está copado por los barcitos y restaurancitos de mariscos que con sus mesas y sillas no permiten tener la tranquilidad y espacio que alguna vez solió tener esta playa. Esto nos hizo cambiar un poco los planes de acampar en la arena, al lado del mar. Paramos en la "Posada Lalo", una posada de un argentino y con unos 10 huéspedes artesanos argentinos. Todos tomando mate, hablando con la 'SH', era muy extraño. Nosotros siempre preferimos estar en lugares con gente de otros países, se hace más interesante todo, pero por cuestiones precio/calidad, venía bien quedarse en lo de Lalo.
En nuestros 5 (¿o 6?) días en Mazunte recorrimos muchas de las playitas que están a su alrededor: El Rinconcito (más pequeña pero más apta para nadar), Mermejita (una playa inmensa, de 12 kilometros de extensión y una paz única), Zipolite (una de las más turísticas y con las olas más bravas. Playa nudista (aunque sólo viejos nudistas)), Puerto Ángel (playa pesquera, repleta de barquitos anclados en la orilla) y Estacahuite (una diminuta playa de no más de 100 metros de largo).
Los días se fueron pasando así, de playa en playa, descansando y protegiéndonos de la violencia del sol y del mar (aunque a veces daba gusto enfrentarse a esas olas gigantes). Conviviendo entre pelícanos e iguanas. Una mañana, fuimos a una excursión en barco que nos llevó a las profundidades del océando, a ver tortugas gigantes, delfines y, a la vuelta, a hacer snorkel. Que increíble sumergir la cabeza en el agua y ver peces de todos los tamaños, colores y formas (vimos y tocamos un pez globo!!). Disfrutamos mucho de un atardecer en Punta Cometa, una pequeña península que deja ver desde su punta hacia atrás varias de las playas mencionadas anteriormente y, hacia adelante, la inmensidad del Océando Pacífico. Hipnótico.
Pasados esos días intensos, nos fuimos para Puerto Escondido, intentando llegar al ansiado momento de acampar en la arena.
jueves, 25 de febrero de 2010
Todos quieren la montaña...
La primera parada fue la ciudad de Oaxaca. Es una ciudad sobre la montaña, muy hermosa, de construcciones pequeñas, con un zócalo muy arbolado, pintoresco y repleto de cafés. La arquitectura sigue, al igual que en los lugares que visitamos anteriormente, manteniendo rasgos coloniales. Ciudad capital del estado, del mezcal y del chocolate. Por las calles abundan los locales que venden la típica bebida mexicana 100% agave (en todas sus variedades y estilos) y el aroma al cacao que va a terminar en chocolates calientes o en el famoso mole negro que condimenta muchas comidas. Un par de días bastaron para recorrer las preciosas callejuelas, el Mercado de Abastos (grande entre los grandes, difícil de salir una vez que se entra por sus innumerables puestos de todotipodecosas) y las impresionantes ruinas de Monte Albán. Como se ve en las fotos de aquí abajo, Monte Albán, es una zona arqueológica ENORME. Toda una metrópolis, con sus templos, cementerios, juegos de pelota y viviendas. Nos llevó un día entero de recorrida a pleno sol.